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El mundo necesita agua y Wall Street, también

La fascinación por el siglo XXI se generó en la década de los noventa por la curiosidad que apareció con el milenio. Hablar de 2K no solo traía la posibilidad de mirar con la óptica de la realidad, las fantasías futuristas de antaño. Coches voladores, videollamadas, hologramas, drones, androides y guerras por recursos formaban parte de esos paisajes futuros que auguraban una realidad posible y al mismo tiempo inimaginable.

Alvin Toffler, autor de La tercera ola, escribió en 1998 Las guerras del futuro e introdujo la idea de que «cuando las olas de la historia se estrellan, se enfrentan civilizaciones enteras». Como parte de la misma tendencia de los futurólogos de finales del siglo XX, Paul Kennedy ofreció Hacia el siglo XXI, un texto en el que se evitaba la crisis de recursos provocada por los cambios demográficos y climáticos. Hace poco más de veinte años, la simple idea de que los patrones de guerra cambiaron según la oferta y la demografía era alarmante, pero lejana.

Hoy, a medida que el futuro nos alcanza, las guerras por los recursos parecen ser parte de una posible realidad a medida que avanza la degradación ambiental.

Con una apretada agenda de Objetivos de Desarrollo Sostenible hacia 2030, la comunidad internacional está buscando seriamente la respuesta de los gobiernos del mundo para no dejar a nadie atrás. En virtud de los millones de personas en todo el mundo que hoy luchan por ejercer su derecho al acceso al agua potable para sobrevivir.

Desde 2010, la ONU reconoce el derecho al agua potable y al saneamiento como un derecho humano fundamental, que posibilita el ejercicio de otros derechos, pero sobre todo que permite el disfrute de la vida.

Mediante mecanismos de cooperación internacional, se ha acordado que es responsabilidad de los gobiernos contar con agua suficiente, segura, aceptable, accesible y asequible para uso personal y doméstico, y proporcionar agua para consumo, saneamiento, lavandería, preparación de alimentos y personal y Higiene Doméstica. Sin embargo, la realidad es que, como decía Paul Kennedy, el futuro de la humanidad se perfilará en las próximas décadas por la escasez de recursos y el aumento demográfico irreversible en determinadas zonas, especialmente en los menos desarrollados.

Para este mundo pandémico, con más de 2.100 millones de personas en todo el mundo sin acceso a agua potable, con más de 700 niños menores de cinco años que mueren diariamente por diarreas provocadas por el consumo de agua insalubre o un saneamiento deficiente, la llegada del agua en el mercado de capitales de Wall Street representa el comienzo de la catastrófica guerra por los recursos.

Dos décadas después del comienzo del milenio, en 8 de cada 10 hogares que carecen de agua potable, las niñas y mujeres son responsables de viajar enormes distancias para recoger agua.

Con un mundo polarizado en conflicto permanente, más de 68,5 millones de personas desplazadas tienen hoy serios problemas de acceso al agua potable y casi dos tercios de la población mundial sufre de graves períodos de escasez cada año.

El despertar de la conciencia no puede esperar, si no cambiamos radicalmente los patrones de consumo de agua, para el 2030 habrá 700 millones de personas desplazadas que buscarán refugio no solo libres de guerra y devastación, la prioridad será encontrar acceso regular al agua potable . Y para eso, solo nos quedan nueve años.

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